25 enero 2009

FABRITIUS Y LE CHARDONNERET. MAURITSHUIS EN LA HAYA






La Haya. Su toque más llamativo es el Vijver, un espejo de agua en el que se reflejan algunos de los monumentos más bonitos de la Haya, gran orgullo y gloria de la ciudad; el más importante de éstos es el Maurithuis, que en sus modestas dimensiones, reúne una de las más prestigiosas colecciones de pintura del mundo.



Fachada posterior de Mauritshuis y el Vijver

En 1667, el cronista local Dirk Van Bleyswijcks,
Beschrijvinge der Stadt Delf, 1667-1668.
Publicó un voluminoso libro sobre la ciudad de Delf.
El autor incluyó un poema de Arnold Bon en el que se
hace referencia a la trágica muerte del artista Carel
Fabritius. En el poema se alude a Fabritius como el fénix, de
cuyas cenizas renacerá Vermeer



Así pereció este fénix (Carel Fabritius) para ruina nuestra.

Dejó esta vida en la cumbre de la fama;

más, por gran fortuna ,de sus cenizas se elevó

Vermeer, que cual maestro prosigue su camino

A. Bon

Autorretrato de Carel Fabritius, (1622-1654 )



Carel Fabritius heredó de su padre la afición por la pintura. Se trasladó a Ámsterdam donde ingresó en el taller de Rembrandt hacia (1641-1643), además de perfeccionar su estilo pudo colaborar con su maestro, especialmente en la ejecución de retratos. Tras el fallecimiento de su esposa regresa a su ciudad natal, continuando los contactos con su maestro, pero a partir de 1645 empezaría a trabajar de manera independiente, tomando un estilo propio. Los agobios económicos le llevaron a realizar trabajos de segunda categoría. También recibía encargos importantes como decoración de habitaciones. Al final de su vida su trabajo se alejará totalmente de Rembrandt para interesarse por la forma, el color y la luz, continuando su estilo Jan Vermeer van Delft, a quién transmitió el dominio de la luz y el color a la hora de componer una escena.
Las circunstancias de su muerte fueron tremendamente desgraciadas, murió en un incendio que destruyó muchas de sus obras, atribuyéndosele en la actualidad no más de catorce cuadros.



Le chardonneret, 1654
33,5x22,8 cm.
Mauritshuis. La Haya



Le chardonneret (El jilguero)

Esta es su más popular pintura donde explora los contrastes al emplazar un objeto oscuro en un fondo iluminado, o sea, lo opuesto a la técnica de Rembrandt.

Tan sólo luz y color dominan esta imagen, que está soportada sobre una sólida estructura dibujística, pero que tan sólo aparenta ser bloques de luz y masas de color fluido. El objeto de este alarde de dominio de la profesión es un humilde pajarillo, un jilguero atado con una finísima cadena a su pedestal, un jilguero que probablemente tenía el propio pintor en su taller y al que retrató ejercitando sus pinceles.

Esta tabla del jilguero cautivo se había previsto originalmente para la puerta de un armario. Allí solían pintarse trompe-l´oeils, ilusiones ópticas, como por ejemplo representaciones de soportes de cartas con utensilios de escritura. Lo importante era el efecto de imitación, que en un primer plano aparecieran esas cosas como si se pudieran palpar, confundiéndose con objetos reales. Algo de esta imitación de la realidad se encuentra también en este cuadro del jilguero. No está representado en el espacio, sino delante de una superficie que parece ser el primer plano. Aquí se pone el manifiesto una de las particularidades específicas de la pintura holandesa: La pintura como imitación.

Otro elemento central es el hecho de representar no sólo objetos, sino también seres vivos -animales o también hombres- en reposo y con la inmovilidad de una naturaleza muerta. Así este pájaro se ha vuelto completamente silencioso en su cautividad; no queda más que su mera existencia. Si fuera un ser humano diríamos que se ha “ensimismado”.





Es en 1654 cuando Carel Fabritius pinta a esta pequeña ave al que por su inteligencia se hizo popular como animal de compañía, el jilguero maligno que los holandeses llaman afectuosamente puttertje (pequeño (niño) puiseur) porque, si tiene sed, sabe sumergir en el comedero un pequeño cubo no más grande que un dedal y enganchado (colgado) a un cordón, luego volverlo a levantar lleno de agua. Y si quiere comer, levanta la tapa de su pequeño comedero.

Al escoger un fondo claro y luminoso, que hace resaltar claramente el objeto, Fabritius se está apartando de su maestro Rembrandt, que prefería los cuadros de fondo oscuro y terroso.
Su obra se distingue por una tecla del pincel visible, una paleta rica y un tratamiento sutil de la luz. Murió en 1654 (el año que pintó El jilguero) matado por la explosión de un polvorín que asoló a Delf.

Bibliografía:
Cabinet Royal de Peintures de Mauritshuis
Maestros de la Pintura Occidental
Larousse, Reconocer el arte



Ahora, mientras los pájaros cantan alegres melodías

Y los pequeños corderos retozan

Como si bailaran al son de un tambor,

A mí me invade la pena: un lamento me brindó alivio pasajero

Y ahora recobro la fortaleza

William Wordsworth
(Versión de Pedro Bádenas de la Peña)






Con la Joven de la Perla y Le Chardonneret, abandono por ahora, la bonita ciudad de la Haya, pero volveré en otra ocasión a Mauritshuis, este bonito palacio renacentista, ya que una de sus salas guarda uno de mis cuadros preferidos…